Gozo instantáneo

Somos movidos de muchas maneras por las causas exteriores (…) semejantes a las olas del mar, movidas por vientos contrarios, nos balanceamos, ignorando lo que vendrá y cuál será nuestro destino.

Spinoza

Nos han enseñado formas determinadas de relacionarnos: la palabra, el primer contacto que tenemos con el otro. Sin embargo, existen capas más sensibles y directas, en donde las máscaras y apariencias se desdibujan, transmutándose en sensibilidad inmediata; de todos los sentidos solo el tacto es capaz de sentir y hacer sentir inmediatamente. Es difícil explicar cómo a través de la concentración en el tacto y en el centro corporal —cadera— se pueden atravesar las capas corporales propias y ajenas. Ann Cooper¨[1] habla de cuatro capas corporales: piel, fascia, músculos y hueso, de las que tenemos que ser conscientes para poder establecer un diálogo con el otro en el momento de la improvisación en danza contacto.

La concentración en la entrega de nuestro peso puede llevarnos a sentir hasta los huesos. Y esto último no es una metáfora, es una realidad sensible, pues en cada improvisación de danza contacto se abre esta posibilidad. Sentir al otro verdaderamente, manteniendo la responsabilidad sobre el propio cuerpo, siendo responsable,  al mismo tiempo, del cuerpo del otro. No basta con entregar un peso muerto para ser cargado o manipulado, ¿hasta qué punto entrego mi peso?, ¿hasta qué punto recibo el peso del otro?, ¿qué estoy escuchando? Velocidad, respiración, movimiento de los otros cuerpos en el espacio, proyección corporal, música improvisada, voz, todos esos elementos juegan en la improvisación, en el contacto constante con todo lo que nos rodea.

Muchas veces, la improvisación tiene connotaciones de simplicidad y falta de técnica; sin embargo, descodificar y desaprender el lenguaje corporal en el que hemos sido educados, así como elaborar una relación corporal diferente a la que nos han enseñado socialmente con el otro, no es una tarea sencilla. Me ha gustado hacer el ejercicio en la calle de observar a los ojos a las personas para ver cuántas de ellas sostienen la mirada; son muy pocas, casi ninguna. Nuestra sociedad es fundamentalmente parlante y verbal; en esta, las relaciones sociales son distantes, no hay contacto verdadero, pues hemos tenido a la palabra como forma dominante de comunicación, olvidando el gran porcentaje gestual que está inserto en nuestras relaciones con los demás y con lo que nos rodea.

En esta sociedad parlante, aún hace falta que aprendamos a acercarnos sin pretensiones, sin apariencias, aprendiendo a escuchar al otro para lograr auto-entendernos. La danza contacto surge en los setenta como una apuesta política; en donde la relación con el otro es más cercana: comunicación corporal. Sin que importe el peso, color o estatura de ese otro con el que bailamos, logramos conectarnos profundamente, teniendo conciencia de nuestros centros, entendiendo los cambios de peso, velocidades y sensaciones corporales mutuas. Es la danza de los cuerpos jugando juntos en el espacio.

Atravesando estas capas corporales a través del contacto corporal de dos pesos, se deviene Cuerpo Sin Órganos[2], en donde las intensidades afectivas son el material creativo, instalando en el cuerpo de cada bailarín, a medida que practica y aprende de la danza contacto, un cuerpo que es afección y que es afectado por las intensidades emocionales que lo atraviesan en ese momento, inundando el espacio en el que danza, potenciando los objetos dispuestos en él en material creativo. Mirar, mirarse, parar, contemplar, sentir el estímulo vital que lo impulsa a uno a seguir el movimiento de una mano, del cuerpo, continuar con la imagen, desarrollarla, modificarla, componer en el espacio.

«¿Por qué esta cohorte lúgubre de cuerpos cosidos, vidriosos, catatonizados, aspirados, cuando el CsO también está lleno de alegría, de éxtasis, de danza? (…) Encontrad vuestro cuerpo sin órganos, sed capaces de hacerlo, es una cuestión de vida o de muerte, de juventud o de vejez, de tristeza o de alegría (…). El CsO es lo que queda cuando se ha suprimido todo. Y lo que se suprime es precisamente el fantasma, el conjunto de significancias y de subjetivaciones».[3]

En esta improvisación no existe premeditación, nos suspendemos y dejamos llevar por lo que sucede en ese momento en el espacio, sin pensarlo. Encontramos soluciones inmediatas a situaciones que, a simple vista, pueden ser problemáticas. A través de la escucha, de la apertura de los poros, el cuerpo agudiza cada sentido. Somos capaces de establecer una comunicación silenciosa con otro, encontrándonos en un mundo afectivo, en donde las sensaciones son el punto de encuentro del devenir sensible de dos cuerpos.

¡Pasan tantas cosas en la improvisación! Se habla un lenguaje común. Basta penetrar en la mirada del otro para entender qué está sucediendo. No es poesía abstracta —de hecho, la poesía puede llegar a ser lo único verdadero en esta vida, si se vive desde la perspectiva del poeta—. La improvisación, el contacto y lo que se halla en el espacio se vuelven el único ahora, son el material existencial mediante el cual el que está bailando está constantemente presente. Explicar lo que se siente mientras uno está ahí es difícil, solo puedo relacionarlo con un sentimiento de alegría, de plenitud existencial, gozo.

El sudor de los cuerpos, la risa, los sonidos guturales, los movimientos convulsivos pasan a tener otros significados, tan necesarios en esta sociedad, ávida de nuevas formas de sensibilidad. No hay máscaras, ni apariencias, y si estas están, aparecen, se desdibujan y toman otras formas. ¿Cuántos están dispuestos a ofrecer un abrazo a un desconocido, a sentir el peso de su cuerpo, a convertirse en superficie para que ese “otro” baile?

Espacio de sensaciones, como lo llamaba Dominik Borucki[4]. ¿Cómo entrenas tus sensaciones? ¿Cómo entrenas tu sensibilidad, si no sales del mundo cotidiano, lleno de miradas esquivas; del morbo hipócrita que nos venden todos los días en la televisión y que la gente replica en la calle; de risas medio dibujadas, que ni siquiera producen arrugas de gozo en el rostro; de las manos que se tocan y estrechan hipócritamente para sellar algún negocio, en donde cada uno busca un beneficio mayor para sí mismo? Son necesarias nuevas formas de sensibilidad para conocer, sentir y vivir de otra manera, en donde el respeto y la responsabilidad hacia el otro sean la forma de acercarse. La danza contacto posibilita otros aprendizajes corporales, estableciendo otras formas de relacionarse con el otro. ¡Dejarse atravesar por la danza contacto, por la improvisación! ¡Desaprender a hablar para tocar, sentir! ¡Qué viva la danza, el gozo de los sentidos!

 


¨ A performer, choreographer and feminist scholar, Ann Cooper Albright is Professor of Dance, Chair of the dance program at Oberlin College and director of Girls in Motion at Langston Middle School.  Combining her interests in dancing and cultural theory, she is involved in teaching a variety of dance, performance studies and gender studies courses that seek to engage students in both practices and theories of the body. Tomado de:  http://new.oberlin.edu/arts-and-sciences/departments/theater_dance/faculty_detail.dot?id=20539

[1] En el marco del II Congreso Nacional de Investigación en Danza, tuve la oportunidad de tomar un taller con ella; en este, explicó la importancia de sentir estas cuatro capas corporales, al igual que la proyección del cuerpo en la relación con el otro, más que la tensión corporal al entregar el peso.

[2] “El CsO es lo que queda cuando se ha suprimido todo. Y lo que se suprime es precisamente el fantasma, el conjunto de significancias y de subjetivaciones.” Deleuze, G., & Guattari, F. (2002). Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia. Valencia: Pre-textos.

[3] Deleuze, G., & Guattari, F. (2002). Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia. Valencia: Pre-textos. Pp. 156-157.

[4] Bailarín y coreógrafo alemán, residente en España desde 2010.  Lo conocí en un taller de improvisación, en este utilizaba diversas pautas para lograr habitar el “espacio de sensaciones”.

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