Temperaturas performativas 1: El cuento de una entrevista

… Esto es a la final «Inteligencia tropical», adaptación y resistencia, rebelarse a la urgencia de hacer solo por el hecho de hacer y solo hacer cuando es necesario, al mismo tiempo que reaccionar a un contexto, y ser lo suficientemente flexible para producir lo que está siendo requerido creando simultáneamente nuevas posibilidades de acción, pero también desconectándose de las maquinarias de producción, y haciéndose consciente nuevamente del cuerpo de uno y del cuerpo del otro, […] [1]

Sí, después de algunos intentos poco efectivos de entablar una conversación virtual, fuimos hasta la casa de Carlos María.

Sí, Carlos María es de Barranquilla, vivió en Bogotá, luego en Berlín y ahora nuevamente aquí, en el centro – oriente de la capital.

Ese día llovió, como aquí se debe.

“La temperatura del hacer es el modo y la velocidad en la que se opera. En el Caribe la gente anda despacio, se escampa bajo la sombra, la vida pública empieza en la tarde cuando baja el sol. Hasta las conversaciones tienden a no acalorarse demasiado, a aprovechar una conexión dada por algo común que no puede ni quiere ser expresado en lenguaje formal, algo que se traduce en una reducción de movimiento, en una prevención contra el esfuerzo físico innecesario. La exuberancia, la fascinación por lo estrafalario, por lo perverso y fascinante de la humedad y el desenfreno de la vegetación, termina de sumarle la extraña sensación de reducción cargada de intensidad al quehacer del artista costeño.”

Emocionante.

Habló del error, de modificar los modos y las estructuras al interior del desarrollo de un proceso, de la equivocación, de la resistencia a los sistemas habituales de producción, que “no somos exitosos todo el tiempo”.

(Fabrica de Acciones Inmanentes).

Por supuesto, a mi también me pasa que son más las veces que me equivoco y menos las que acierto, lo difícil es soltar la sensación de frustración y realmente apreciar el producto fallido. ¿Y acaso no se siente un pequeño desgaste o una cierta pérdida cuando vamos por lo seguro?

Experimentar y probarlo todo, equivocarse sin descanso. Y por otro lado, no olvidarse de preservar un poco de lo aprendido.

(Al final de cada clase que doy en la universidad veo con satisfacción que he soltado toda la madeja – al inicio de la próxima sesión sé que tendré que recogerla un poquito).

Sobre el caos que se hace sin darnos cuenta, sí, todo es culpa de este frenetismo citadino: poco espacio –variados lugares– tantas cosas por hacer. Y, como si fuera poco, la edad ambigua en la que permanecemos desde hace tanto tiempo, que no lo deja saber a uno exactamente dónde está.

No es algo extraño Carlos, ¿lo has visto?, las puestas de sol en Bogotá son casi alucinantes, casi doradas, más bien terracotas con plateado; por lo general la luz es muy directa y son pocas las insinuaciones o las ondulaciones de los cuerpos, las imágenes están cortadas de tajo, por esa razón hay que entornar un poco los ojos. Así.

Por otra parte aquí también se da aquello del descanso y del no saber nada. Respiramos la brisa de la indeterminación, nos entregamos a las palmeras del vacío interior y a la rigurosa clase de Tai Chi cada viernes. Una hamaca es la cena preparada por alguien que nos quiere, nos balanceamos en los ojos del uno y el otro mientras comemos, la lengua se pasea en el paladar exprimiendo todos los sabores, sonreímos, la cabeza desvaría en la conversación, el espacio se mueve.

En esta vida todos requerimos de vapor.

Gracias.

Foto Santiago Sepúlveda

¿Y la posibilidad de un estar caribeño?

Le pregunto a Carlos sobre el relajamiento. Él nos habla sobre modos de relacionarse con el mundo que permitan una mejor percepción. Ciertos grados de acondicionamiento al ambiente. Climas de acción. “Guardar cierto grado de relajación para enfrentarse con la perfección de lo que ocurre en realidad, es súper importante”. Las diferencias metodológicas del esfuerzo y la suavidad, que las dinámicas estrictas nos bloquean y hay que estar dispuesto a recibir. “Uno, se aprenden cosas; dos, se ganan unas experiencias que entran en contradicción […] y una cosa siempre va a construir otra”.

Árboles de cotidianidad, abundancia de momentos no exitosos, naranjas, guayabas, piñas. (Fabricas de Acciones Fructíferas).

Avanzamos.

Algo sobre las curadurías de identidad.

Sí, el clima muda el ser, es definitivo. Uno siempre termina siendo parte del paisaje.

Seguimos hablando a la tibieza de un delicioso té japonés con galletitas gringas, y decíamos que esta ciudad invita a la introspección y no a tomarse un jugo e´ mango debajo e´ un palo. ¡Por favor! Debajo de un palo de mango en medio de la calle, a la sombra del asediante calor, las cosas tienden a dispersarse.

(…)

Las conversaciones sobre todo.

(…)

Y todo va y viene pues retener demasiado requiere de demasiado esfuerzo, lo cual nos señala algo fundamental sobre los afectos del ahorro y el gasto de las almas – cuerpos – tropicales.

En fin. Maravilloso.

Las temperaturas son las que determinan el tiempo, es definitivo.

¿Qué tiempo hace? Tiempo nebuloso, tiempo despejado.

Luego Carlos continuó sobre su entusiasmo por la curaduría y la gestión de proyectos culturales. Menciona la responsabilidad de realizar eventos que contemplen sus contextos físico – espaciales, que reflexionen sobre las ciudades, etc.

Él piensa en la actividad pública como una manera de performar. Un evento escénico, las comunidades en conexión con sus espacios. La política, un suceso coreográfico. La coreografía, un hecho político.

¿Poco o mucho espacio para la improvisación?

Dos horas después se sigue oyendo el agua que cae sobre Bogotá. Entonces volvimos sobre el rescate de las metodologías orgánicas y sobre los flujos de garantía e incertidumbre.

En relación a su trabajo a Carlos María le gusta el concepto “formato libre”. Lo comprendo muy bien. ¿Qué tiempo quieres? Tiempo al aire libre.

La duración de la entrevista fue lo que persistió la lluvia, hasta que paró, y nos fuimos.

Después de aquella entrevista nos hemos encontrado casualmente en varios lugares de la ciudad. Cuando nos vemos, y sin intensión pues más bien es algo que me sucede siempre, con cualquiera, siento el funcionamiento de lo que Sylvia describe como “un grifo en el corazón”.

Recuerdo a Suely Rolnik, y se me vienen un montón de cosas a la cabeza.

Hay un pedazo de metal incrustado en el esternón. Las perillas se abren o se cierran en varios grados. Es difícil desatrancar, pero más difícil es volver a cerrar la llave para detener el chorro.

Compresión – distensión – contracción – dilatación. Exposición al ambiente. Cuerpos vibrátiles.

Un cuerpo frente a otro – un cuerpo junto a otro. Generadores termostáticos.

Cada cuerpo invita a un clima.

Ventiladores, una manta, botas impermeables, paraguas, medias de lana, lentes de sol, agua helada, cremas protectoras, bebidas calientes, licores, aceites.[2]

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[1] tomado de la reseña «Inteligencia Tropical» Un texto sobre Projectos Capacete, Rio de Janeiro, por Pablo León de la Barra, quien se inspira en el concepto de Helio Oiticica  de «creleisure«, de la fusión de las palabras create (crear) y leisure (entretenimiento).

[2] Este texto surgió a partir de la entrevista realizada a Carlos María Romero por Sylvia Jaimes y Zoitsa Noriega.

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