29 de abril: Celebrar la Danza

La primera impresión que tuve al ver los cuerpos trabajando en la Fundación Teatro Odeón fue percibir un inquietante contraste. Las ruinas del antiguo Teatro Popular de Bogotá sirviendo como espacio para un arte como la danza, que se cimienta en el presente, en lo fugaz. La vida de la acción, la danza, ocurre en un momento que nos vincula con nuestra historia y con lo inconsciente; a partir de esta experiencia, eso es, a partir de los efectos que tiene la obra en mí y de la manera como yo la recibo, surge la posibilidad de crear un registro escrito. Con el fin de conmemorar el Día Internacional de la Danza, la Universidad Jorge Tadeo Lozano organizó, en colaboración con la ASAB, la Universidad Javeriana, La Fundación Teatro Odeón y el IDARTES, un programa de un día con diferentes tipos de talleres y muestras coreográficas. Una celebración que invitó al diálogo, a la observación y construcción de la danza y que le abrió las puertas al encuentro con otras formas artísticas con el fin de promover los diferentes lenguajes del cuerpo y la palabra. Es preciso, al hablar y reflexionar acerca de las muestras que fueron presentadas, tener en cuenta que existe algo esencial que prevalece y une las diferentes expresiones de la danza.

En las horas de la mañana, en uno de los sótanos del teatro, estudiantes de Artes Plásticas de la Universidad Tadeo Lozano y estudiantes de danza de la ASAB fueron invitados a realizar una residencia artística con el fin de compartir saberes e intervenir el espacio a través de un trabajo colectivo e interdisciplinar. Discuten acerca de temas esenciales en el proceso de creación como el origen e impulso de la obra, los posibles clichés y la necesidad de fijar material. Se oyen frases como: “eso que dices es cliché”, “y acaso, ¿qué es para ti el lugar común?”, “ya todo se hizo, hay que rehacer lo hecho”. Desde afuera se percibe tanto el énfasis en la imagen plástica de la puesta en escena, un interés por marcar diagonales, encuadrar para generar un impacto, como una idea que jala al movimiento, a la coreografía rápidamente esbozada. El tiempo hace que ambas miradas sean esencialmente diferentes: el interés por lo concreto, la imagen fija y, en contraste, el cuerpo en acción que debe acoplarse en un orden determinado a otros cuerpos que siguen su secuencia.

Al querer evitar dramatismos y oscuridades se proponen temas más joviales y luminosos. Algunos estudiantes de danza de la ASAB coinciden en no dar tantas vueltas con el pensamiento; deciden partir de dos o tres conceptos y elaborar un ramillete de sensaciones, texturas, colores, sonidos, imágenes y olores asociados a los conceptos propuestos. Parece difícil conciliar. Hay un espacio, un sótano a la espera.

Mientras tanto, en la plazoleta exterior, tiene lugar el taller de Arquitectura Móvil a cargo de uno de los integrantes de la compañía de danza Cortocinesis, Edwin Vargas. Aquí se trabaja el cuerpo desde una aproximación técnica; el punto de partida son unas frases de movimiento que los estudiantes utilizan de diversas maneras. Los buses de Transmilenio pasan y los bailarines se van familiarizando con un suelo irregular, mojado, de cemento y ladrillo. Un transeúnte pasa y observa sin mostrar mayor interés, pasos más adelante vuelve y mira, sigue hasta que se detiene y se queda quieto observando la manera como un cuerpo se lanza al suelo, se apoya en otro, rueda, utiliza el muro para girar, sube y pasa. “¿Qué significa transitar desde una aproximación técnica?”, dice Edwin. Con este trabajo surge la posibilidad de utilizar las habilidades cinéticas en espacios públicos, y “si uno de los bailarines va caminando por la calle y se le atraviesa un niño, puede reaccionar desde un cuerpo que sabe girar, bajar el torso y seguir, como si nada.”

En el sótano hay otra vida. El proceso de creación ha desembocado en exploraciones grupales. Digo para mí y escribo en mi libreta de apuntes: “De repente, parece que han visto el espacio en el que han estado discutiendo”. Los artistas plásticos, que son minoría, proponen jugar con los sonidos que pueden producirse ahí, en el sótano de un teatro viejo: una ventana grande que da al patio, columnas, techos altos, cemento, escaleras sin baranda. Uno de los estudiantes de artes se aparta para investigar la ruptura de la verticalidad de su propio cuerpo; traza una diagonal al poner la frente sobre una columna y da tres pasos atrás con sus pies. Ahí permanece. Primero, hay un espacio vacío. Sobre el espacio vacío habla el cuerpo, interviene, y en la detención empieza a notarse una modificación en el tono muscular, movimientos sutiles que son efecto de la resistencia. Hay un ámbito que se abre en la resistencia. Una chica se une a la investigación y al terminar me cuenta que ha sentido partes del cuerpo de las que nunca había tenido conciencia.

Un núcleo de cuatro bailarinas deciden trabajar con lo que les evoca la palabra “pasión”: tres tipos de gemidos; utilizan los sonidos que generan los golpes contra la pared y la risa. Poco a poco van fijando una secuencia. Hay dos grupos más de bailarines, un dúo en la escalera y un trío que decide utilizar la esquina que da contra la ventana, que tiene un desnivel sobre el cual pueden montarse y saltar. Al final, los bailarines deciden que es mejor no presentarse simultáneamente, eso es, una de las líderes dice que cada grupo muestre su parte y luego se junten para fusionar los grupos (de un modo más bien gratuito). Las palabras propuestas en un principio como punto de partida de la creación (pasión, opresión y alegría) se han ido disolviendo, en su olvido han surgido frases de movimiento que nada o poco tienen que ver. Una de las bailarinas dice, “el concepto inicial fue solo una excusa”.
Se han ido los estudiantes de artes plásticas; la muestra la harán solo bailarines.

Para el montaje el día continua nublado, opaco. Inician los ensayos, los bailarines no sienten el frío.

Se presenta la primera obra, Ecos Erráticos del grupo de la Universidad Javeriana. Las piedras que van pasando de uno a otro guían los tránsitos, los ritmos y deciden quién baila; juegos que remiten al rito y la tradición. El peso de las piedras, el peso real de las piedras y los cuerpos crean sonidos de arrastre, diferentes tipos de golpes y silencios; ecos que deambulan. Es bello observar cómo el equilibrio de los cuerpos sobre las piedras, por su propia naturaleza, eleva los brazos. También en la obra En alguna parte, en cualquier otro lugar, los bailarines de la ASAB exploran con los sonidos que emiten las cajas que han llevado. Cuántas maneras de transportar diferentes tamaños de cajas que pueden acomodarse de tantas miles de formas, y de esta manera la disposición de los cuerpos y sus movimientos suceden en función de los encajes y desencajes. Una caja entra dentro de otra caja siempre, porque, primero, hay un vacío que lo permite.

En la obra Intentando pegar palabras con saliva, dirigida por Juliana Atuesta, se hizo más inquietante el contraste con el espacio ruinoso. Sillas estilo Luis XV de bordes dorados frente a muros viejos ahora recubiertos con cemento. Los bailarines exponen la identidad como un ropaje acartonado que nos rotula y nos impone unas maneras determinadas de ser; ante esto, la necesidad imperiosa de salir de la pose eterna de la foto. A través de la exploración del gesto y el lenguaje cotidiano del cuerpo se desprende a lo largo de toda la obra un humor exquisito. Me pregunté por las veces que tenemos que revisar nuevamente las posturas de las que nos vamos apropiando sin notarlo.

Por último, Cortocinesis presentó un fragmento de una obra que está en proceso de investigación. Desde hace más de un mes este grupo ha estado trabajando en una danza que nace esencialmente del diálogo con el espacio. Los bailarines se han ido apropiando del patio que entre escombros expone dos niveles y ámbitos: arriba, un hombre que vive en un jardín apacible; abajo, cuatro bailarines en una lucha física de superviviencia. Cuerpos en constante movimiento usan el contacto como relación de soporte, el ensamblaje preciso, el impulso, la fuerza que arrastra y sube columnas: el virtuosismo técnico al servicio de un espacio hostil, repleto de huecos, con barro y desniveles. Mientras AnZuelo es el título tentativo de esta obra promisoria.

Tener la oportunidad de vivir un día alrededor de diferentes obras es evidencia de la riqueza que representa para el espectador enfrentarse a la diversidad de lenguajes del cuerpo. Cada pasaje es el resultado de múltiples causas que lo han determinado: la historia que cada uno de los bailarines ha ido tejiendo en su cuerpo. En la disposición activa de quien observa es posible vivir la danza, no tanto como un espectáculo pasajero, sino como una experiencia que nos atraviesa e impregna.

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