Autorretrato con máscara

Compañía: Martha Hincapíe / Periferic Berlín-Bogotá
País: Colombia – Alemania
XV Festival Iberoamericano de Teatro
Funciones: 22 y 23 de marzo – La Factoría L’explose

La obra termina con el olor dulce de una sandía estallada. Ese olor que se desborda por el espacio es una de las referencias que la artista Martha Hincapié utiliza para homenajear a la pintora Frida Kahlo. Además del olfato, la pieza toca el gusto del público con un trago de tequila, el oído con rancheras en vivo y el ojo con colores intensos de movimiento. Incluso le da voz a los espectadores con un juego de karaoke. Y esa proliferación de sensaciones es la que hace que uno permanezca atento y seducido, y que se sorprenda también por poder sentir que la danza no solo se mira, sino que también se huele o se llora.

Así como el mundo Frida se desenvuelve entre dolor y sensualidad, esta puesta en escena apela al reverso de la existencia: con una máscara de calavera le da vida al reverso del cuerpo y sugiere que no hay erotismo que no habite los linderos de la muerte. Es una imagen divertida y al mismo tiempo macabra, que logra atraernos y hacernos desear esa entidad, aun sabiendo que determina el final. Aquella catrina nos invita a bailar y hace que queramos besarla, aunque ese baile y ese beso vinieran a significar un enredo de huesos en el oscuro reino.

La artista se rodea de otros artistas en el ejercicio reflejar la capacidad multifacética de Kahlo. Así, un lastimero y destemplado cuarteto de mariachis irrumpe en el escenario para interpretar canciones que no se saben pero que habitan como si estuvieran en el fondo de una vieja taberna. Un video artista convierte en lienzo el cuerpo de Martha y le junta las cejas y la desgarra, y un bailarín (Ángel Ávila) la acompaña como una especie de viejo fantasma. Y la misma Martha atraviesa el espacio danzando, sencillamente danzando, hasta llegar a estallar su propio corazón contra el suelo…

Martha Hincapié nos ha ofrecido una obra que bien podría ser una sala de exposiciones. Se trata de una sucesión de cuadros sugerentes, dolorosos (algunos) y llenos de embriaguez, que mirados por encima parecerían no tener ninguna conexión, pero que en realidad hacen parte de un universo muy bien definido: el del amor y la muerte. Como en otras ocasiones, ha invitado al espectador a participar de la construcción de la pieza, a que enlace él mismo las escenas, a que las acomode en su pensamiento, según su gusto, en el orden que mejor le venga. También da espacio y tiempo suficiente a cada elemento, a que escuchemos sin prisa el llanto del mariachi o a que observemos cómo se encarnan las pinceladas en el cuerpo. Realmente se trata de una obra multidisciplinar en donde ningún arte está al servicio de otro sino que apela a la sinestesia para afectarnos y transmitirnos un poco del sabor del alma de Frida. Cuando uno vuelve a casa lleva en su cabeza los cuadros, y una extraña sensación de que si se quiere abrazar al amor, habrá también que abrazar la muerte.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_gallery type=»image_grid» images=»2921,2922,2923,2924″][/vc_column][/vc_row]

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