Lo tomo, lo como, lo digiero, lo cago…
David Zambrano
1. Si alguien viniera a esta mesa y preguntara, de repente, a qué se asemeja más la danza, le respondería que esta a nada se parece tanto como al popó que un niño libera de sí para ofrendar la tierra del patio de su casa; diría que el niño es el bailarín, y la tierra el público, y que la flor amarilla que llegaría a nacer de tal abono es la crítica, o bien, la conversación amable de dos o tres a los que les quedara rondando el movimiento en el estómago. También podría decir que la tierra es el bailarín… en tal caso la flor sería la danza, y el niño que la arranca y la lleva a su boca, el espectador; el popó vendría a ser la crítica, o acaso, simplemente, una manera de mirar y narrar el mundo, u otra vez la danza.
2. En una posible reunión le preguntan a un par de bailarines por qué danzan. Uno dice que para estar más cerca de los dioses, el otro dice que para encontrarse cada vez más humano. Me avengo más con la segunda respuesta, aunque no rechazaría por completo la primera, siempre y cuando los dioses referidos sean de los que hacen caca y tienen sexo, los dioses que saben bailar y comen puerco… bueno, los que comen vegetales también entrarían en la fiesta.
3. Todo el arte es mierda: es lo que aventura a escribir un estudiante en su cuaderno de notas. La expresión es una ligereza, y surge acaso de la amargura de un día de domingo o de una noche desolada. Pero si lo miramos detenidamente, el muchacho tiene razón. El mundo prodiga un alimento perpetuo: allí están la amistad y la palabra, los almendros, los cerezos, el café en los balcones, la luz después de la lluvia, los cruces de brazos al amanecer, los mapas, las terrazas de las casas, y está todo el inventario de Whitman y las explicaciones ilustradas del Kama Sutra, hay teogonías, bestiarios, antologías poéticas, árboles genealógicos, fotografías familiares, están los pecados, las virtudes, los mandamientos, las oraciones, la memoria… masacres, vejaciones, incertidumbres, engaños, puñetazos, desilusiones, derrumbamientos, cataclismos, muertes y resucitaciones… el mundo da todo eso y sigue dando, propicia encuentros, enreda encuentros, diluye encuentros, y después de la dilución, o acaso durante la comunión (en un paréntesis que permita desenmarañarse del cuerpo al que se esté atado), alguien se aprovecha de todo ese alimento, o de alguna de esas frutas: la toma, la come, la digiere y la caga: he allí el poema, la pintura o el movimiento del bailarín, o hasta la pieza completa.
4. La metáfora referida, la que está en el epígrafe de este escrito es, como se ve, de David Zambrano. Es lo que él nos decía para hacernos entender el asunto de las espirales, la fuerza o energía perpetua que transita el espacio y atraviesa los cuerpos, aquello tomado de afuera y que se transforma en el estómago para enviar cada vez, una vez más, el abono de los espíritus. Alguien o algo afuera ha de tomarlo y de comerlo, y ha de permitir al proceso de marras. Todo en un movimiento continuo en el que la fuerza se transmuta en muchas posibilidades: es danza, cuerpo, escrito, mensaje de texto, crítica, sonrisa, viento, pálpito de corazón, blasfemia, todo aquello que se pueda imaginar como un conducto y, al tiempo, como sustancia-esencia que se transita a sí misma. Varios de los que estudiamos Flying Low y Passing Through con Zambrano hace un par de años confesamos haber disfrutado durante ese tiempo de unos procesos de digestión óptimos, muy propicios a la estabilidad del ánimo. ¡Cágalo!, esa era la interjección que el maestro gritaba para animar la movida.
5. Así como la literatura no se escribe solo con letras, la danza no se danza solo con danza, y además de la técnica hace falta tener un buen tracto digestivo (y esto es quizás más importante). Si es posible adoctrinar a los estómagos, o por lo menos a los estómagos que quieran crear, hay que insistirles en que le den tránsito a lo que su cuerpo ha tomado del arte, de los libros, de los amigos y de los árboles. El estreñimiento es malo para el espíritu; ya lo decía Nietzsche: el espíritu es un estómago. Decididamente, la danza pasa por todos aquellos reductos espírituintestinales, es empujada, de arriba abajo, por lo que uno lee y come, por lo que uno ha admirado: cosas como piezas de teatro o muestras reales de afecto, por lo que uno ha vivido y hasta padecido, por ojos, besos y portazos en la nariz, por la pasión; por esas cosas es empujada la danza, instigada a salir como si fuera una buena cagada de vaca, decidida, heroica, imponente, saludable: una entrega íntegra y sin reservas a un suelo apto para la cosecha, para la generación de materiales consistentes y nuevamente digeribles, como las lombrices, como el pan, como los duraznos, como el cuerpo tuyo y cada uno de sus gestos.
6. ¡Mucha mierda!
Felicidad = reírse, cagar, danzar = Felicidad
Me cagué de la risa!! y por ahi tu escribías en otro articulo que la danza es la risa en todo el cuerpo…
Todo lo contrario a la irreverencia, tu texto revela saberes intuitivos despreciados por la razón. Occidente y el positivismo se han empeñado en desaparecer el cuerpo, y suele sonar a reivindicación orientalista mediocre la concepción integral de cuerpo-mente.
Además es un texto arrobador, triste, tierno, exultante… Supongo que es como la danza, o eso me suscita: muchos remolinos emocionales.
A mí en lo personal me interesa especialmente todo lo que tenga que ver con el colon y con el popó, porque he tenido una larga relación de amor-odio, de rechazo-aceptación con ellos. Descubrir que el vientre es el «centro de equilibrio» no es un simple juego semántico. Supe hace poco que al colon lo llaman «el segundo cerebro: el emocional».
El popó es el primer regalito que le hace el niño a su mamá, que es el mundo. Y es el símbolo de un intercambio interminable entre nuestra corporeidad con el mundo: dar y recibir.
Bueno. Me encantó el texto.
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