El cuerpo es frágil y el tiempo inapelable. Sin embargo, hay algunas magias que nos permiten creer que tenemos la posibilidad de evadirnos de esta indestructible verdad. La obra de Juanita Barrera y Elmano Sancho es una de aquellas magias. Palabra tras palabra se lanza a rescatar lo perdido: la voz, el cuerpo, los sueños y la memoria de quienes se han ido oscureciendo. Hubo gente que alguna vez actuó, que proyectó su espíritu de un lado al otro de un escenario, pero de quien nadie recuerda nada. Algunos actores incluso llegaron a olvidarse de sí mismos.
La idea de crear No quiero morir surgió en 2015 en Nueva York, después de la inquietud que dejó en los directores de la pieza un documental sobre los años de soledad de la actriz Anne Girardot, quien al final de su vida se vio perdida en la ciénaga del tiempo, aquejada del mal de Alzheimer. A partir de ahí, Juanita y Elmano llevaron a cabo una investigación en la que entrevistaron a artistas colombianos y portugueses que de alguna manera estaban también olvidados en el confín de sus vidas. Así fraguaron su obra. Se trata de un monólogo tejido de recuerdos que va emergiendo de manera un tanto silvestre, pero que al cabo de los minutos le da al público una idea de lo que es la vida y de su invariable propensión a extinguirse. La pieza es sencilla y limpia y ligera en su forma (dos cuerpos, dos sillas), pero tiene una profundidad inquietante. En el decurso del monólogo uno siente que la palabra, que eterniza los recuerdos, es también una nube que se desvanece después de un segundo. Al final, no queda uno con nada en las manos, pero tiene la extraña sensación de haber estado en este o aquel lugar, de haber visto, por un momento, el extenso pasado de algunos cuerpos ya transformados en humo.
El texto, que nunca cesa al cabo de los minutos, se desliza de una historia a otra sin que notemos las transiciones. Es de lo más bello que tiene esta obra: esa forma fragmentaria de andar entre los escenarios que evoca, la superposición de las imágenes, la deconstrucción del tiempo. No hay antes ni después, sino que todo habita en un permanente y vaporoso instante. Si nos detuviéramos a mirar con cierta distancia nuestra memoria, nos daríamos cuenta de que no transcurre de una manera distinta: los recuerdos están malaxados unos con otros, y emergen sin anunciarse, y se marchan sin orden y sin cuidado.
Después de todo, como es natural, llega lo que tanto se intenta evitar, el final, la muerte, la nada. La mirada se acaba, la voz se acaba, el corazón se acaba… y entonces queda flotando en la oscuridad la pregunta por todo aquello que se llevan en la memoria los que no han de hablar más.
No quiero morir tiene dos versiones, una en portugués y una en español. El pasado mes de marzo estuvo presentándose en la Casa del Teatro Nacional.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_gallery type=»image_grid» images=»2993,2985,2984″ title=»No quiero morir»][/vc_column][/vc_row]