Foto Alexander Gümbel

Egon Schiele / Andrés Lagos

Cada movimiento, en los dedos de los pies, en los labios, en los hombros… cada gesto condensaba la fuerza total de la obra. Una vez tocó con la punta de su índice derecho el piso, y no hizo falta que repitiera esa mínima acción para que fuera memorable.