«Arrebatos, historias comunes, historias bailadas» fue presentada en La Fundación Danza Común en julio de 201o. Es un experimento que puso en relación tradición y contemporaneidad a través de 17 artistas, bailarines de danza contemporánea y bailadores de danza tradicional, músicos y cantadores, artistas plásticos y realizadores de video.
Llegas sin saber que has de embarcarte en un viaje, un naufragio sin tiempo, ni espacio uniforme. Haz de sacar las tijeras y cortar los hilos que te ubican en ese preciso lugar, que te amarran a esa única posibilidad de estar en ese presente unidimensional. Dejarlos de lado para salir ligera a cubierta, con espacio disponible, para dejar que el viento te atraviese suspendiéndote por encima de la estática convención espacio-temporal. Así, dejaras ir las paredes del Espacio Común, veras abrirse el techo para ser cómplice con la inmensidad, dejaras incluso que el vacío del suelo al quebrarse, te lleve a velocidades incomprensibles por mares atlánticos o ríos de petróleo, por rincones que aguardan la inocencia infantil y por recuerdos que al calor de los cuerpos te sumergen en otras presencias. Un misterioso poder con hálito onírico que te trasladará sin forma, besando el abismo entre instante y eternidad.
Cada cuerpo con su música, en su danza y a través de su fragilidad, abrirá plásticamente una hendidura espacial en la que te permitirán entrar a calentar los fríos rincones de un pasado muerto, que osa desafiante la posibilidad de ser una vez más. Son 13 almas que dibujan la diversidad, la contraposición en las maneras de vida que componen los paisajes de Colombia. Como un tablero expuesto, en que la sorpresa es una constante y el abanico de nuevas posibilidades es el dador de vida, de cambio y de dinamismo. Eres testigo del bello encanto que los lazos de la particularidad van dibujando en el espacio para entretejer así la generalidad danzante, esa unicidad de cuerpos que entonan cantos por entre las rejas de una escenografía móvil.
Es que son muchas cosas las que confluyen en esta puesta en escena; diferentes colores que danzan por entre las pantallas de los televisores, histriónicos gestos que suenan a instrumento, ríos y alcobas que aparecen y desaparecen con el efecto del estereograma. Te das cuenta de pronto que eres parte de la escena, que la magia de las tablas te invade y que los profundos cantos del corazón te llegan danzando arrebatadamente al cuerpo, un llamado urgente que te conecta con el poder de la tierra. Sin saber habitas ya el vacío irremediable del salto, te dejas desasir por incontables momentos al sentir que el aire te eleva por otras vidas, por sensaciones ajenas. Caminas por un juego entre lo que está y lo que ya no está; se siente el fuego de una emperatriz que camina entre lo vivo y lo muerto por la altura cósmica que recubre entonces el Espacio Común.
El grupo de bailarines que se reúne para la creación de esta pieza es irremediablemente versátil y particular. Su manera excepcional de abordar el movimiento no solo danzante sino también visual, auditiva y kinestesicamente, recrea una interesante mezcla en la que se esboza la sublime fragilidad que acompaña la diversidad de la cotidianidad colombiana. Al ritmo de totumas sagradas, tambores fiesta, serpenteantes cintas y desquiciados movimientos cargados de profunda sensualidad, se vislumbra la pequeña llave que condujo a cada uno de los artistas al mundo de la danza y la escena. Distintas tendencias se confrontan para enriquecer la variedad de estilos dancístico-expresivos, que con especial precisión logran un exquisito combinado al estilo Danza Común; donde la reflexión toca itinerante las pieles asistentes y la experimentación se hace lúdica para incluir en un todo, audiencia y artistas.
EL FOLCLOR Y SABER DEL PUEBLO SON NUESTRAS RAICES, Y LLEVARLO EN LA SANGRE ES UN DON DE DIOS.. QUE VIVA EL FOLCLOR DE COLOMBIA