FESTIVAL CORTOSCINÉTICOS / Obra: Dulcemente / Colectivo: Forma de nube / Dirección e interpretación: Andrea Ceballos e Isabella Savdie / Música: Camilo Rincón (interpretación de piezas clásicas) / Producción: Andrea Ceballos – Isabella Savdie / Vestuario: Isabella Savdie / Obra basada en la película Sweetie de Jane Camption.
______________
En Dulcemente, el absurdo, la violencia, la fuerza. Dos mujeres que parecen quererse, que parecen odiarse, que pueden ser muchas cosas: una y su hermana, una y su pensamiento, una y su demonio, una y ella misma. Las dos vadeando los límites del peligro, jugando a hacerse daño, intentando matarse… quizás por diversión, para contrarrestar el hastío. Esta pieza ha sido dirigida e interpretada por Isabella Savdie y Andrea Ceballos, y se presentó recientemente en el Festival Cortoscinéticos 2023. Partió de la película Sweetie, de Jane Campion. En la presente conversación, las creadoras de Dulcemente nos hablan de las causas y del proceso de su obra, de las fuentes cinematográficas que pueden venir a nutrir la dramaturgia y la coreografía de una pieza escénica, y de las preguntas que inevitablemente han quedado abiertas.
Rodrigo Estrada. ¿Cuál es el origen de la pieza?
Isabella Savdie. Cortoscinéticos abrió una convocatoria para escoger cuatro obras y decidimos aplicar. Este año, la convocatoria proponía trabajar con películas que hubieran sido dirigidas por mujeres (la convocatoria del Festival propone siempre trabajar con películas), entonces llegamos a Sweetie, de una neozelandesa que se llama Jane Campion. Vimos la película varias veces y empezamos a preguntarnos cuáles eran las potencias del cuerpo que había allí, y qué dramaturgia nos podía sugerir para una pieza de danza. Nos gustó lo absurdo, la claridad de los personajes, y las relaciones injustificadas que se daban entre ellos; eso fue muy atractivo. Allí entonces empezamos a extraer un montón de elementos para poder formular nuestra pieza.
Andrea Ceballos. Vimos dos películas. Recuerdo que buscamos en Internet “películas dirigidas por mujeres”, y encontramos unas cuantas, entre esas Sweetie, y vimos otra que es Rojo y Negro, basada en el libro de Stendhal; todas eran muy fritas. Pero bueno, Sweetie tenía elementos de los que nos podíamos agarrar. Lo que hicimos fue mirar qué personajes había, qué situaciones; vimos que la estética nos interesaba, y también los espacios. La película tenía esto de que no es claro en qué trabajan esas mujeres; están en uniformes para hacer aseo, o de peluquería o de un lugar de estética…
Isabella. Nunca supimos, en la película no se sabe, pero no interesa…
Andrea. Y está la relación de las hermanas: Kay, que es súper puestecita, y Sweetie, que es súper salvaje…
Isabella. Kay es mi personaje, y Sweetie es el de Andrea…
Andrea. Creo que es evidente, y se trata entonces de ese contraste entre ambas, que son bien diferentes, pero que rayan las dos en la locura. Nos gustó también el espacio del parqueadero, que tiene esta escena bien particular, cuando terminan dándose besos después de lo de la moneda; o la situación en la que matan al productor de Sweetie, cuando está terminando un café (que tampoco se saben bien si es que lo envenenan)… esa imagen a nosotras nos pareció increíble. Entonces, la pieza viene siendo una combinación de todo esto; hay muchas cosas pequeñas pero muy poéticas en la película.
Isabella. Precisamente, porque viven como en poesía, esas situaciones no necesitan una justificación.
Andrea. Como lo de la silla, el baile con la silla, en la escena de los vaqueros que están como en el desierto.
Isabella. O las obsesiones de Kay, que también son muy poéticas y que influyen sutilmente en la dramaturgia, en la historia, aunque a grandes rasgos no parezcan determinar nada.
Rodrigo. Hay muchos estímulos o motivos en la película, y en Dulcemente ustedes van citando todas estas imágenes, pero escogieron trabajar principalmente con la relación entre las hermanas… ¿por qué esta decisión?
Andrea. Es una relación que nos da muchas posibilidades en términos de acción. Con las hermanas hay mucho cariño, pero a veces también mucho conflicto, (yo era la más chiquita en la casa, y a mis hermanas las mordía un montón…). Pero, en fin, creo que hay algo entre las mujeres que genera competencia, y la necesidad de imitar. Era una relación que nos ofrecía muchas cosas para construir el movimiento. Pensamos mucho en la acción para después de ahí construir la coreografía. Entonces va por ese lado: las relaciones de competencia nos daban pautas coreográficas, las relaciones de imitación nos daban otras, o las de pelea, o las de ser cariñosas…
Isabella. Nosotras hicimos unas largas listas de los elementos de la película, tuvimos en cuenta varias de las relaciones, como las de las mujeres que están vestidas de la misma manera, o las que tienen las hermanas con respecto al padre o al productor de Sweetie… La obra fue tomando visos de todo eso, pero también fue surgiendo con más fuerza la relación que tenían las hermanas entre sí, lo de que Sweetie copiara a Kay… en parte, fuimos tomando estas decisiones, pero también fue algo que surgió sin habérnoslo propuesto.
Andrea. Mira que un amigo que vio la obra me dijo que no se había dado cuenta de que los personajes eran hermanas. Creo que eso está bien, ¿no?
Isabella. Pues no era nuestra intención que se supiera, queríamos dejarlo abierto.
Andrea. Sí, que tuviera diferentes lecturas. Había gente a la que les pareció que éramos dos niñas chiquitas jugando; pero el uniforme hacía parecer que éramos dos compañeras de trabajo. Pero, en definitiva, lo que habíamos buscado era encontrar pautas para la creación…
Rodrigo. Ahora que lo mencionan, no recuerdo cuál fue mi lectura inicial sobre esa relación. Yo no había visto la película previamente, pero un instante después de la función conversé con alguien que me habló de esa historia de dos hermanas en conflicto. Lo que creí ahí, entonces, era que se trataba de un par de gemelas… pero no recuerdo bien cuál fue mi lectura mientras veía la pieza… es posible, tal vez, que hubiera pensado que se trataba del enfrentamiento de una mujer consigo misma. El hecho de que estuvieran con el mismo vestuario creo que me hizo pensar que se trataba de una lucha con el propio yo.
Isabella. ¡También!, porque, de alguna manera, una de las lecturas que tuvimos fue que las dos, Sweetie y Kay, pertenecían al mismo mundo de la locura. Entonces, al pasar por todo, nos preguntamos si no sería que éramos una misma persona, porque estamos en lo mismo, porque pareciera que el yo observa a mi propio yo, y lo juzga, o toma decisiones distintas, o quiere asemejarse más a este, a esa idea… podía ser una proyección de sí misma, no sé.
Andrea. Yo, como intérprete −creo que esto nunca te lo dije− me hice el video de que tú eras mi mente…
Isabella. Pero no… sí lo hablamos…
Andrea. Espérate… y yo y el público eran muchos yos; eso sí no te lo había dicho. Total, creo que la obra permitía que sucediera eso en mi cabeza. Era como: “Isa, cállate… pero Isa soy yo…”. Entonces: “Aaaaa, yo me maté a mí misma, y el público son muchos yos que estoy mirando”.
Rodrigo. Muy psicológico todo… Pero quería preguntarles por el humor. La obra tiene un humor negro muy sutil. ¿Lo pensaron?, ¿lo planearon, o simplemente iba surgiendo?
Andrea. Pues en la película nos interesaba mucho el absurdo. Y ya en la obra no tenía sentido que de repente Isa se pusiera a bailar con una silla, por ejemplo, o que en algún momento yo estuviera muy mal y ella me diera un besito. Uno se preguntaba: “¿esto qué tiene que ver?”. No lo pensamos tanto, pero todo ese absurdo nos lo brindaba lo que pasaba en la película. Y era muy chistosa hacerla…
Isabella. Creo que sí, tuvimos una búsqueda sobre el absurdo, y también quisimos ser fieles a ciertas cosas de la película, a pesar de que tuvimos también que renunciar y traicionar muchas otras. Pero diría que nunca pensamos en que la obra tuviera humor. Es más, ni siquiera pensamos en que tuviera un carácter teatral, y eso también terminó surgiendo por ser nosotras como somos. Solo planteamos un proceso creativo que nos fue dando esto…
Andrea. Mira que yo quedé pensativa porque un niño chiquito se nos acercó el último día muy preocupado −el niño ni siquiera hablaba bien todavía− y nos preguntó: “¿ustedes por qué están peleando?”, y yo: “ay, no sé”. Yo había estado en un laboratorio sobre el espectador, así que pensaba, qué locura, los alcances que puede tener lo que uno hace, o quizás es que la obra no era para niños, pero hubo otro niño que se reía y se movía un montón, y a unos amigos les pareció lo más chistoso del mundo y, bueno, yo también me reía un montón haciéndola, pero yo estaba adentro y eso es otra cosa, y no sé, he reflexionado mucho al respecto en estos días, y es que igual no sé si me estoy yendo a la mierda o es que…
[Risas]
Rodrigo. No, para nada, dale…
Andrea. Bueno, y es que con Isa hemos pensado en que nos gustaría hacer muchas versiones de peleas entre mujeres, no sé, en una cama, en una pijamada, pero después también pensaba, qué locura, cómo es que reaccionamos frente a la violencia, y también: cuál es la necesidad de seguir reproduciendo la violencia entre mujeres, que es algo que provoca el patriarcado. Y por qué nos reímos de la violencia… no sé, no tengo ninguna respuesta, solo un montón de preguntas que me quedaron.
Rodrigo. Es cierto lo que decís de la violencia. Ahora que empiezo a recuperar la película en mi memoria, veo que hay muchas escenas de agresiones, no necesariamente físicas. Así que uno tiene siempre la sensación de que se va a traspasar un límite. Pareciera que la violencia en sí misma tuviera siempre ese límite, que separara lo que todavía no es grave de lo verdaderamente catastrófico. Y en la pieza, entonces, veía también siempre el límite, un punto en el que los sucesos podrían tener un desencadenamiento terrible. Sucedía en las acciones, en cómo interactuaban los cuerpos, que se pegaban, se estrujaban o se sacudían entre sí, pero también sucedía en la ficción que crearon, pues al final una de las dos muere. ¿Cómo fue trabajar en relación a esos límites que tiene la violencia?, ¿lo iban sintiendo al tiempo de ir componiendo?
Isabella. Claro, como en la película había tanta violencia metida, eso también hizo parte de los estímulos. Sin embargo, siento que en todo caso la violencia es algo inherente a la naturaleza humana. Comparto lo que dice Andrea, de la competencia entre mujeres y el patriarcado, pero para mí eso no tuvo tanta influencia, sino más bien pensar en que la violencia es inherente a las relaciones humanas, todo el tiempo, en todas las direcciones. Ahora, celebramos mucho que, a pesar de haber formulado coreografías aparentemente violentas para el cuerpo, pudimos resolverlas sin golpearnos. Nos alegrábamos mucho de que una técnica nos permitiera hacer la coreografía repetidamente sin que termináramos en la mala.
Andrea. En todo caso, yo me golpeaba más que Isa, porque era ella la que me cascaba a mí todo el tiempo. Un día tuvo las uñas largas y me hizo una herida, de la que se me acaba de caer la costra. Eso fue lo único grave, las uñas [risas]. Pero también me raspaba siempre el mismo codo. Es que mi personaje, digamos, era el que estaba más sometido. Pero también es verdad lo que dice Isa, que técnicamente lo solucionábamos muy bien.
Y me parece que en algún punto fue difícil, pues éramos nosotras mismas quienes dirigíamos y ejecutábamos. Hubo un momento en que no supimos por dónde continuar, nos preguntamos, ¿será que seguimos creciendo la pelea, o lo dejamos por un momento y luego continuamos?, ¿o falta más de la pauta de imitación? Llegó un punto en el que fue necesario el ojo externo, así que llamamos a un amigo nuestro y a Ángela Bello, de Cortocinesis, y nos dimos cuenta de que en general las cosas iban bien. No nos dijeron que hubiera algo que no funcionara, y la retroalimentación fue más bien sobre lo teatral y lo dramatúrgico, más como: quiénes son ustedes, qué objetos hay en el escenario… en todo caso, hubo muchas cosas que mandamos a la mierda, pero con mucha conciencia. En fin, hubo momentos difíciles pero que se pilotearon técnicamente. Y cuando había cosas con las que nos sentíamos incómodas o que no funcionaban, las quitábamos. Creo que eso estuvo bien.
Isabella. Y en una residencia tan corta teníamos que tomar decisiones rápidas, confiar sobre las propuestas que cada una hacía. Había poco tiempo y no teníamos una dirección externa que nos dijera que tal cosa no iba o no funcionaba. Entonces no nos podíamos quedar charlando. Así que al final era: “Listo, tú compón esto y yo esto… listo, me lo aprendo, tú te aprendes tal”. Y lo que era de contacto, pues ahí componíamos juntas: “pon el pie así, pon el pie asá”.
Andrea. También fue chévere que a nivel de composición creativa no hubo una determinación dramatúrgica inicial, sino que el cuerpo fue dándonos un montón de pautas. Íbamos confiando en la información que nos daba el cuerpo y en las provocaciones que nos ofrecía. Eso es maravilloso en el mundo de las artes escénicas, que el cuerpo es un elemento que genera conocimiento y material creativo. Aunque, por otro lado, también tengo un poco de raye con la creación en danza, pues siento que hay una falencia, que no se hace preguntas que sí se hace el teatro, preguntas por la intención o la dramaturgia o la acción. Siento que eso a veces no lo tenemos claro en la danza. Pero, al respecto, hubo algo poderoso en la convocatoria de Cortoscinéticos, y es que nos dio una fuente de inspiración, y eso, dramatúrgicamente, ya nos dio algunos elementos.
Rodrigo: Te referís a la película…
Andrea: Sí, ya nos daba cosas interesantes. De hecho, para ganar la convocatoria había que enviar previamente un video de cuatro minutos. Luego teníamos que hacer la puesta en escena, de quince minutos.
Isabella. Sí, el video tenía que ser de entre uno y cuatro minutos. Y de entre todos los videos que enviaran, escogían cuatro propuestas.
Andrea: Exacto. Entonces siento que esta circunstancia nos propuso una manera de crear muy chévere. Y es cierto que el cuerpo nos llevaba a la dramaturgia, estoy de acuerdo con eso y fue hermoso, pero sí siento que la idea previa nos ayudó y movilizó un montón. Que uno de los personajes imitara al otro, que ambas hermanas estuvieran locas de una manera distinta. Esto lo pensamos y hablamos bastante: cómo surgió la dramaturgia.
Rodrigo: ¿Habían trabajado juntas antes?
Isabella: El primer día de función, en el preestreno, nos estábamos alistando y miré a Andrea: “Oye, es la primera vez que estamos juntas en escena”. Estábamos sorprendidas, llevábamos muchos años de amigas y también entrenando juntas y en laboratorios, pero nunca habíamos estado en una misma obra. Y a partir de ahí surgió el colectivo Forma de nube. Acaba de nacer con Dulcemente.
Andrea: Nos iban a hacer una entrevista, y nos preguntaron por el nombre del colectivo. Pensamos en decir Joroba de ballena, que es un colectivo que tiene Isa. Luego Cuerpos que gritan, que es un colectivo que tengo yo. Y luego: “No, mejor Forma de nube”, y listo así quedó en esa entrevista.
Rodrigo: ¿Seguirán moviendo la pieza?
Andrea: Estamos en un momento de descansar un poco de la obra. Creo que hay que hacerlo siempre con todas las obras, dejarlas y después volver a ellas ya con otros ojos. Pero sí, la idea es moverla lo que más podamos. Además, tiene un formato muy fácil. Solo necesitamos dos sillas y puede hacerse en cualquier lado. Ya sabemos que podemos hacerla en cualquier parte.
Isabella: Sí, dos sillas súper resistentes.
Andrea: No, de hecho, se nos dañaron el segundo día de funciones (fueron 4 días de funciones). A una se le cayó una pata.
Isabella: Y sí, tuvimos la suerte de que ahí, en la Estación de la Sabana, hay una carpintería y fuimos y la arreglaron.
Andrea: Todos los teatros deberían tener una carpintería.
[Risas]
______________