Fauna solar

X ENCUENTRO INTERNACIONAL DE ARTES VIVAS – MAESTRÍA INTERDISCIPLINAR EN TEATRO Y ARTES VIVAS – FACULTAD DE ARTES UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA/ Gesto: Fauna solar / Artista: Emilio Carrera Quiroga, en colaboración con Diana Abaunza / Directora de tesis: Alejandra Marín Pineda / Página web del artista: www.emiliocarreraquiroga.com

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“¿Cómo asumir que estamos en la sexta extinción masiva del planeta Tierra? ¿Cómo hacernos responsables de la reciprocidad? ¿Qué implica el cuidado de la vida, de nuestra vida? ¿Cómo responder a la amenaza de nuestra especie? ¿Cómo asumirla?” Estas son algunas frases de los cantos que ofrecía Emilio Carrera durante su Fauna solar, una creación performática llena de imágenes poéticas, sensibilidad, profundidad, pero también con tintes irónicos y cómicos que en ocasiones pone al espectador en un lugar de inestabilidad y cuestionamiento hacia las convenciones de lo semiótico y las dinámicas del arte instauradas por el contexto. 

Fauna solar es una pieza única, creada en un espacio natural de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional, y fue presentada en el marco del X Encuentro Internacional de Artes Vivas, con artistas que comparten sus trabajos de grado de la Maestría Interdisciplinaria en Teatro y Artes Vivas. 

La obra, o gesto, se desarrolla en dos espacios principales. El primero, inicialmente, parece ser un lugar donde se nos presentará una información previa a la “acción” que vinimos a “contemplar”. Y el segundo, el espacio donde ha de desarrollarse la acción performativa. Sin embargo, luego terminamos dándonos cuenta de que la pieza ya había comenzado desde el primer momento.

Para empezar, a los asistentes se nos reunió en un espacio inusual, un lugar que parecía ser una maloca, y se nos hizo sentar en círculo. En este lugar, Emilio empezó a contar su cosmovisión de este gesto, casi como un sabio que descifraba ante sus estudiantes los significados de cada talismán en su universo creativo. Era algo así como una explicación de un marco teórico recitado a modo de leyenda, con imágenes poéticas que se desarrollaban mediante el uso de símbolos. Como un taita ofreciendo una ceremonia dentro de la maloca.

Al momento en que escribo esta memoria, mi mente me lleva a la palabra “kiosko”, y tengo el impulso de buscar el origen etimológico de esta palabra. A lo que leo: “kiosko: mirador, punto estratégico para contemplar un paisaje o acontecimiento». Luego recordé la imagen de la maloca en la que iniciaba la pieza, y una maloca es, al fin y al cabo, el lugar donde los asistentes comparten y a través de la palabra son guiados a contemplar, pero su paisaje interior. Siento que es por esto que allí el artista prosiguió a contarnos sobre El Teatro de la Memoria de Giulio Camillo, una construcción de siete columnas con siete puertas cada una y símbolos grabados, mediante los cuales el espectador es capaz de contemplar el conocimiento universal, y recordar este conocimiento almacenado en el alma, tomando como referente la teoría de la reminiscencia de Platón. Este dispositivo mental fue una guía clave dentro de esta pieza performática del artista mexicano, que llevó el modelo del Teatro de la Memoria también al segundo espacio elegido, donde cada árbol era una columna alusiva a un planeta, y en cada espacio sucedían acciones, cantos y reflexiones, que relacionaban aspectos de la vida de Emilio con lo descrito por Camillo, en el Teatro de la Memoria.

Al llegar a este espacio boscoso, aparece el creador de este gesto encarnando lo que fue para él una imagen mnémica que tuvo en una ensoñación; un ser que recuerda a un fauno, completamente desnudo y vulnerable, mitad azul y mitad rojizo, genitales negros, con uñas blancas y una corona de hierbas alrededor de su cabeza.  Al entrar al territorio, su mirada cambió a etérea, tenía otro modo de estar y ser presente, caminando hacia atrás, transitando en órbitas planetarias, dibujando el infinito entre los árboles, que ahora eran columnas con puertas y símbolos. 

En sus manos traía ramas que repartió entre los asistentes y luego con su lenguaje corporal nos invitó a hacer una fogata en el centro del lugar, o como él lo llamaba, la “casa-universo”. “Vamos a darle de comer y de beber al fuego”, nos dijo y luego continuó señalando una pequeña botella con agua: “Esta agua la he recolectado de distintas regiones del planeta, tiene agua de los lagos del oriente de Canadá, agua del monte del Tepeyac en Ciudad de México, de Guatavita, de la Sierra Nevada de Santa Marta, tiene también gotitas de agua que me regalaron las Pensadoras Cometas en un sueño que tuve con ellas, y que viene de las nubes del planeta Venus.” 

Una “pared” de plástico conectaba un árbol con otro, y sobre esta se leía, con ramas tejidas a la superficie, la palabra “sol”. Justo a esa hora, a las 5pm, el Sol desplegaba sus rayos sobre esta palabra. Emilio iba deshaciendo el sol, quitando una a una las ramas que conformaban la palabra, y luego las arrojaba al fuego, como ofrendas, para alimentarlo.

Esta creación se pregunta por el poder de los símbolos y explora constantemente la tensión entre lo sagrado y lo profano. En lugar de referirse a las creaciones como “obras”, en el contexto de la Maestría en Artes Vivas se habla del “gesto”, un término que busca desplazar la atención de la idea de la creación artística como una obra acabada, producida. El gesto es visto como la posibilidad de concebir al pensamiento-creación como algo dinámico, que puede transformarse, y reformularse, dando continuidad a las búsquedas del artista. 

Este gesto, Fauna solar, des-sacraliza aquello que podríamos considerar trascendental, etéreo, sempiterno. Y lleva al plano de lo sagrado objetos convencionales y aspectos vulgares de la vida cotidiana. Hubo algunas imágenes poderosas por su capacidad de traspasar linderos semióticos y jugar con las convenciones de pensamiento, como el extraer de la tierra una caja de Omeprazol cual si fuera un fruto o raíz sagrada, billetes de dólares que surgían de la tierra con formas de geometría orgánica, y el uso del plástico como material que se integra al ecosistema. El sistema capitalista visto como una fuerza supernatural, y el mundo humano que deja huella en el territorio. 

“Este pan lo horneé esta mañana en mi casa con la ninfa de los dientes de oro. A este pan le pusimos leche, huevo, vainilla, panela, lo horneamos y luego lo traje para ofrendárselo al fuego como alimento”, dijo Emilio mientras enseñaba un billete de un dólar, que luego procedió a quemar. Y es que en esta obra, todas las imágenes son código de algo significativo en el universo de pensamiento del artista y su vida, en relación con términos intertextuales, tanto de filosofía occidental como del pensamiento tolteca. Un ejemplo de esto es la figura de las Pensadoras Cometa (concepto alternativo al propuesto por Deleuze: Pensador Cometa), que en el universo creativo de Emilio Carrera Quiroga, quien es dramaturgo y poeta, reciben la cualidad de animal del planeta Venus, en alusión al mito de Quetzacoatl, la serpiente emplumada. 

Las acciones performáticas y las palabras nos descolocaron y nos retaron constantemente. Uno, de espectador, no sabía cómo sentirse, si sintonizarse emocionalmente con la solemnidad que el momento sugería, o reírse con la ironía de lo banal. Surgieron figuras como la del artista precarizado que se contrapone a la figura del artista como figura espiritual. La cúspide de esto fue cuando Emilio, en su imagen mística de fauno, hizo unos cantos de melodía hermosa, poéticos, con reflexiones sobre el devenir de la humanidad y la naturaleza, con saberes profundos espirituales (tomados de El Teatro de la Memoria), y de repente empezó a incluir frases banales que causaban risa entre los espectadores. Aquí un fragmento:

“Nace la ninfa de los dientes de oro, que encarna al espíritu dinero, devora la materia terráquea y la transforma en imágenes y símbolos, en billetes, monedas y algoritmos. (…) Yo quiero pagar una cita médica para saber qué es lo que tengo en el cuello…Unos condones, quiero ir a cenar a un lugar rico. También unas medias nuevas. (…) En el rumbo del norte, puerta de las plumas de mercurio, esa es la sexta puerta…”. Todo esto era pronunciado y entonado como en un canto sagrado, como profesando un hechizo.

Justo después el artista extrae de la tierra un chocorramo, y nos dice a todos en el tono más comercial posible: “Quisiera venderles esta pieza artística, la envoltura es de la fábrica de chocorramo, pero su contenido lo hice con la ninfa de los dientes de oro (…) Vamos a hacer una subasta y empezar con el precio habitual del chocorramo que es de dos mil.” En este momento de humor e ironía una de las asistentes terminó “comprando” la pieza subastada por $42.000 pesos colombianos, que dibujó en un pedacito de papel blanco, y que el artista (ahora comerciante de arte) felizmente aceptó. 

Esta manera de dislocar los significados en una ceremonia que se va des-haciendo es la clara explicación de la visión especial que tiene Emilio hacia el arte, y es ese lugar de excepcionalidad en el que se puede desubicar a la gente de la lectura convencional de las imágenes y moldear los significados. Para el artista no hay ningún otro campo donde se pueda hacer esto, y piezas performáticas como Fauna solar son dispositivos sensibles únicos para lograrlo.

Este artículo ha sido escrito y publicado en el contexto del proyecto «el cuerpoeSpín en la escena 2023», con el apoyo de la Beca Estrategias Novedosas del Programa Distrital de Estímulos de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá.

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