X ENCUENTRO INTERNACIONAL DE ARTES VIVAS – MAESTRÍA INTERDISCIPLINAR EN TEATRO Y ARTES VIVAS – FACULTAD DE ARTES UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA / Gesto: Plantación adentro / Artista: Andrea Gamboa Betancourth / Director de tesis: Carlos Pérez Jaramillo/ Asistencia: Ricardo León Játem / Diseño sonoro: Jorge Zárate / Apoyo: Melissa González, María Martín, Lina Caro, Felipe León, Daniela María Gómez y Jhony Harborx.
______________
Dentro de la programación del Encuentro de Artes Vivas, este gesto ocurre el primer día. Nos encontramos en un hall del primer piso del edificio Nuevos Espacios para las Artes de la Universidad Nacional, donde los espectadores esperamos a que nos lleven hacia otro corredor amplio donde ocurrirá la primera acción de la artista Andrea Gamboa.
Andrea nos espera al lado de su computador, desde el que proyecta el video de un paisaje en una cuadrícula hecha con cinta sobre una pared. Nos acomodamos alrededor de la artista. Mientras nos muestra el video, nos habla de las distancias de tierra que hay entre tres cuadrículas, de su extensión, y nos cuenta cómo de Buga a Cali hay 65 kilómetros sembrados, todos, con caña de azúcar. Dice que uno no se pregunta cómo son las cosas porque las ha conocido así siempre. Habla de imágenes que le traen recuerdos y de cómo cada imagen está hecha de pixeles, y dice algo sobre hacer zoom out y zoom in.
Después nos hace movernos a todos los espectadores, cambia la perspectiva de la proyección, se acuesta en el piso formando una onda con su cuerpo, una especie de curva, para observar la imagen que ahora aparece en el techo. Así acostada, nos muestra el río Rubí, este río donde desemboca otro río más pequeño, donde ella, de niña, se bañaba. Dice que ese río Rubí que estamos viendo antes era mucho más grande y que ahora es más pequeño. También siembra la duda, porque pregunta si de verdad será más pequeño ahora, entonces uno no sabe si se ha secado, o si ella cree que está más angosto porque, seguramente, ahora es más alta, más grande y lo ve todo distinto. Después nos hace otra vez caminar por los corredores grises, nuevos y desnudos del edificio nuevo, mientras ella abre una puerta, toma un atajo para entrar al siguiente contenedor.
Cuando llegamos, la encontramos acostada en el piso, al lado de una montaña de bagazo seco, haciendo rodar una volqueta amarilla de juguete, de esas con las que hemos jugado todos/as/es, que no es una volqueta en realidad, porque tiene un “brazo” que se dobla, se llama manipulador de cañas de azúcar; ese brazo tiene como “mano” una pala grande para recoger y transportar material de un lugar a otro. Con ese carro cargador de juguete, Andrea transporta de poquito en poquito, una y otra vez, esos residuos secos y los va depositando a un metro y medio de distancia, cerquita a la cámara, que proyecta sobre la pared un circuito cerrado. Vemos sobre la pared esa escena ampliada de ella arrastrándose por el piso, rodando el carrito que lleva la carga, en tiempo real. Me pregunto cuánto tiempo nos va a tener viendo esa acción, si va a transportar en ese mini juguete todo ese bagazo, que por cierto, huele muy mal.
Pero afortunadamente no transporta todos los residuos. Se levanta lentamente y nos dice, mientras nos mira, que del proceso de la caña de azúcar quedan dos cosas: el bagazo y la melaza. En ese momento, le llueve melaza del techo que se chorrea por su cabeza y su cara. Ahí comienza a ensuciarse el overol blanco y puro como el azúcar, que lleva puesto. Entonces le ofrece al público probar la melaza y las personas que quieren se acercan con su dedo índice a sus mejillas o su mentón, cogen un poquito y prueban.
Otra vez se desplaza y nos invita a seguirla hacia el fondo del espacio donde hay dos tiras de linóleo que cubren como 7 por 3 metros de piso. Los espectadores nos sentamos o nos quedamos parados alrededor de ese piso cubierto por una proyección gigante que se transmite desde el techo. Se alternan fotos y vídeos de plantaciones de caña de azúcar, de tierra seca, de bagazo, de una planta de azúcar donde se trabaja de día y de noche, donde suenan máquinas y más máquinas. Andrea está arrodillada sobre la proyección, explicándonos cómo llegan los carros transportadores con la carga a la planta y cómo depositan la caña para ser procesada, intentando que se desperdicie lo mínimo. Vemos también la imagen de unas casas y nos cuenta dónde estaba la casa de las González, que ya no existe porque, de todas las casas que había, solo quedan la mitad, 32, y dice que su casa todavía existe. Viendo la ausencia de la casa de los González me acordé de “Cien años de soledad” en el capítulo de las bananeras, donde se narra esa fragilidad de cada ser humano ante las mega empresas, esos mega cultivos que dominan la vida de cada persona en un pueblo.
Mientras vemos esas imágenes y vídeos, Andrea va regando costales de azúcar blanca y huele a azúcar, suena cuando la vierte y es tanta tanta azúcar. Montañas de azúcar. Arrodillada, comienza entonces a mover y trasladar ese azúcar de un lado a otro, encima de las proyecciones, encima de los trabajadores, encima de los conductores de los carros y como el azúcar es blanca, aún podemos ver la imagen nítida, pero con relieve. Es como si le diera vida a cada trabajador que aparece y desaparece del video, acompañándolo con el azúcar que agrupa y mueve. Acompaña moviendo con sus manos morros de azúcar, a cada una de las personas que aparece llevando un machete, o caminando hacia el trabajo, o entre cañas y cañas. La proyección se transforma no solo por el transcurrir de los diferentes videos y fotos, sino por las personas que aparecen tomando vida al frente nuestro, porque Andrea les va dando relieve a punta de azúcar. Es una proyección tridimensional, como esos mapas gigantes con relieve, pero todo está en movimiento, Andrea mueve la imagen mientras un pasado y un presente se resignifican.
Hacia el final de la proyección, que es también el final de la obra, aparece la foto de un señor caminando a través de un campo enorme, y esta imagen comienza a hacer un zoom in, el señor se ve cada vez más grande, en el centro del paisaje. Andrea va construyendo con el azúcar, encima de este señor o ,mejor dicho, debajo de él, un bulto enorme que cubre desde su cabeza hasta sus pies. Entonces deja de mover el azúcar, ya no le da más vida, la deja ahí, estática, lo deja ahí, estático. Estamos asistiendo a un funeral. Antes de esta imagen todo lo demás se movía, ella lo movía con sus manos arrastrando el azúcar de un lado a otro y el video andaba, o pasábamos de una foto a otra, pero esta imagen se queda quieta y Andrea ya no se mueve más, sino que la observa largamente.
Antes, en la escena del carrito amarillo de juguete, ella nos había explicado que su papá arreglaba la maquinaria donde se transporta la caña de azúcar, y mucho antes, en la primera escena con los videos en la cuadrícula, cuando le hizo zoom al video y apareció una máquina remolcadora de estas, había dicho algo acerca de la nostalgia. Ahora en esta última escena, está hablando de lo que sucede “plantación adentro camará”. Suena la canción de Rubén Blades. Tantas veces que he bailado esa canción, porque esa salsa es muy buena, siempre sabiendo que denuncia, porque es obvio, pero no había querido escuchar bien, sino solo bailar, solo cantar, echar paso, azotar baldosa, pero ahora que no estamos en una fiesta, ni en un bar, nos toca escuchar esa canción sin bailar, y relacionar ese bulto de azúcar, con la foto de un hombre muerto, y pensar en tantas muertes, en tantas vidas trabajadoras silenciadas. Toca pensar en todo ese azúcar que es tan rica y hace tanto daño. En esos ingenios que secan la tierra y crean capital, en tanta industria que seca no solo la tierra, sino vidas con familia. Es con ese funeral como acaba la obra, nadie sabía si aplaudir o no aplaudir.
Andrea remolca con sus manos el azúcar de un lado para otro, para darle relieve y visibilidad a una casa, a dos casas, a una familia, a varios señores que conducen las máquinas, a un papá que arreglaba esos carros transportadores y todo tan diciente de “la historia nuestra camará”; “sombras son la gente, y nada más”.
Es el año 1745
En la América Latina el indio trabaja
En las plantaciones
Bajo el palo implacable del Mayoral
Sombras son la gente
A la la la la la la la
Sombras son la gente
A la la la la la la la
Plantación adentro, camará
Es donde se sabe la verdad
Es donde se aprende la verdad
Dentro del follaje
Y de la espesura
Donde todo viaje
Lleva la amargura
Es donde se sabe, camará
Es donde se aprende la verdad
Camilo Manrique falleció
Por golpes que daba el Mayoral
Y fue sepultado sin llorar ¡Ja!
Una cruz de palo y nada más
Camilo Manrique falleció
Plantación adentro camará
Plantación adentro camará
Sombras son la gente y nada más
Camilo Manrique falleció
Plantación adentro camará
Se murió el indio Camilo
Por palos que daba el Mayoral
Camilo Manrique falleció
Plantación adentro, camará
Y el medico de turno dijo así
“Muerte por causa natural”
Camilo Manrique falleció
Plantación adentro, camará
Claro, si después de una tunda e’palo
Que te mueras es normal
Camilo Manrique falleció
Plantación adentro camará.
Tierra selva sol y viento
Indio y palo e’ mayoral
Camilo Manrique falleció
Plantación adentro camará
Camilo Manrique fallecio
Plantación adentro camará
Plantación adentro camará
Sombra son la gente y nada más
Camilo Manrique falleció
Plantación adentro camará
Selva verde selva traga
Selva nunca dice na’
Camilo Manrique falleció
Plantación adentro camará
Recoge el café y coge pa’lla
Si no te pega el mayoral
Camilo Manrique falleció
Plantación adentro camará
Eh Camilo Manrique falleció
Y lo enterraron sin llorar
Camilo Manrique falleció
Plantación adentro camará
Y en su triste monumento
Una cruz de palo y nada más
Camilo Manrique falleció
Plantación adentro camará.