PROYECTO AURA: COLISIONES DE MEMORIAS Y OLVIDOS / Concepción y dirección: Natalia Orozco Lucena / Co-producción: Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo / Creación colectiva de Una mutua compañía: Rafael Arévalo Peñuela, Sofía Jaime Pacheco, Mateo Mejía Mejía, Paola Escobar, Mario Ávila, Natalia Orozco Lucena / Paisajes, arreglos y composiciones sonoras: Mateo Mejía / Música: varios artistas / Música en vivo: Mateo Mejía Mejía y Mario Ávila / Diseño de iluminación: Mario Ávila / Vestuario: Creación colectiva bajo la dirección de Rafael Arévalo Peñuela / Asistente de producción: Sofía Jaime Pacheco / Producción ejecutiva: Alalba Producciones / Proyecto apoyado por la Fundación Danza Común y La Otra Guarida.
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Érase una vez una invitación del Teatro Mayor Julio Mario Santodomingo a una coreógrafa bogotana para continuar, producir y estrenar una obra de danza contemporánea en agosto del año 2023.
Llegamos a ver la obra y nos reciben, en la puerta del Teatro Estudio del Julio Mario Santodomingo, lxs intérpretes creadorxs, quiénes nos saludan y nos llevan a sentar en nuestros puestos. Toda la silletería que hay usualmente en el Teatro Estudio está recogida. Nos encontramos en un rectángulo muy grande, pero también hay sillas dentro del ruedo para lxs espectadorxs, sillas que giran y que están ubicadas en forma de cruz uniendo las esquinas del cuadrado. Entonces unxs cuantxs de esxs espectadorxs logran sentarse en las sillas giratorias y lxs demás quedamos dibujando el espacio circundante, todxs estamos cerca a la acción.
Comienzan a rodearnos por dentro y por fuera, van creando recorridos en infinito, pasando muy cerca tanto de las personas del público que están “adentro” como de las que estamos en el borde formando un gran óvalo. Todxs nos comenzamos a sentir invadidxs por ese viento que se crea como rastro de las caminatas. Las caminatas acompañan la acción, caminar es la constante y de vez en cuando algo se ilumina.
En cada esquina hay un micrófono y cuando cada unx de lxs intérpretes pasan cerca a uno de ellos, lo prenden, dicen quiénes son y qué rol cumplen dentro de la obra. Cada rol tiene su doble sentido, la directora, por ejemplo, asegura que quien realmente dirige no es ella, sino un oráculo al que consultan después de cada ensayo, para saber cómo continuar. Mientras alguien habla, lxs demás caminan, pero el texto también tiene un ritmo vertiginoso. Se habla en relevos, siempre hay alguien listx en un micrófono para replicar, responder, hablar o cantar, como lo hace la abogada asistente de producción, con el rap Mi raíz de Ali A.K.A. Mind:
Es una quena latina divina con
Adrenalina en cada esquina y una rutina
digna de admiración
Con lugares naturales increíbles
Ciudades colosales, distintas e impredecibles
De luchadores invisibles, mentes indetenibles
Que sólo quieren ser libres, de empresarios insensibles
Que ofrecen sueldos risibles
Y de presidentes, policías
y alcaldes sucios e inservibles
La consecuencia es delincuencia en las ciudades
Y la violencia necia evidencia necesidades
¿Necesidades? De un cambio de prioridades
Por ejemplo no más armas y más universidades.
Escuchamos al diseñador de luces diciendo que su rol es administrar la oscuridad, que está a cargo de las partículas de luz, de la longitud de las ondas electromagnéticas que veremos, que la luz está formada por un campo eléctrico y otro magnético que varían en el tiempo. Nos explica las características del Teatro Estudio del Santo Domingo. De repente estamos viendo esa caja contenedora concreta en todas sus dimensiones, escuchando la cantidad de dimmers, canales, cables, reflectores y consolas. Nos cuenta cuántos metros estamos habitando a lo ancho, a lo largo y a lo alto. Todos estos números y medidas serán convertidas en magia. Esto no nos lo anuncia, pero así sucede.
Esta obra es un acto de magia en el que se sacan palomas donde solo había un sombrero. Como en Alicia en el país de las maravillas, donde las dimensiones se vuelven elásticas a medida que se van concretando. Al inicio de la obra, a la entrada, nos han entregado un papel de 20 x 3 cm que dice: AURA, la irrepetible aparición de una lejanía y ahora nos dan instrucciones para doblarlo de una forma particular, para llegar a “la banda de Moebius sin dentro, ni fuera, ni anverso, ni reverso, ni arriba y ni debajo, ni derecha, ni izquierda”, entonces abrimos la mirada al espacio donde nos encontramos.
El diseñador sonoro asegura que realmente no compuso nada, sino que editó unas pistas musicales y que se encarga de poner play y pausa. La bailarina creadora afirma que su rol es ser la artista internacional invitada, aunque sea colombiana. El diseñador de vestuario explica que no diseñó, ni confeccionó nada, sino que compró algunas prendas ya hechas. La asistente de producción sostiene que no sabe muy bien qué asiste o a quién asiste, pero que por el momento está asistiendo a esta función. Todxs están adentro.
El manejo de la música, el sonido, las luces y el vestuario se hace frente a nosotros los espectadores. Vemos cómo se abren y se cierran los micrófonos, cuándo entra una canción de fondo, quién ilumina a quién y cuándo. Hacen relevos para manejar las consolas y para ayudarse a vestir o desvestir. Todxs se ocupan de mover el vestuario, el sonido y las luces, todxs se ocupan de caminar, hablar, bailar, leer, cantar, inventar y hacer memoria. Somos testigos de la multiplicidad de roles que tiene cada persona que se dedica a las artes escénicas en Colombia, pero también asistimos a la multiplicidad de dimensiones de seis personas que se dedican a andar y a des-andar caminos, a hacerse y a des-hacerse en la vida misma. Es asombroso verlos a todxs como protagonistas y co-creadorxs.
Esto me recuerda la obra de Jérome Bel The show must go on, cuando el diseñador de luces deja su puesto en la consola y se pasa al frente a hacer un solo muy emotivo que dura una canción completa. Aquí, esto se lleva al extremo, porque nuestro diseñador de luces está toda la obra adentro, en el espacio escénico y su presencia es interesante y divertida por su sutileza. Está casi siempre serio, pero tiene diferentes modos de estarlo, como hay diferencias entre sus 12 chaquetas de cuero negras y sus 10 pares de botas negras, que están colgadas a la vista, y que se va poniendo y quitando a medida que transcurre el tiempo. Hasta que saca su bajo de black metal y la intensidad y los decibelios nos hacen alucinar.
Ya que hablamos de referentes, hay una cita mágica a The cost of living de DV8 cuando bailan la canción Believe de Cher, atravesando lxs seis todo el espacio con sus recorridos en infinito y realizando en coro los movimientos de la película. Este momento es fascinante porque es muy pegachento, tanto para lxs bailarinxs que conocemos el referente y casi nos queremos parar a bailar, y para lxs demás espectadorxs que se ven convocadxs por el ímpetu de la canción, el encanto del unísono y la gracia de los gestos.
Así mismo hay una cita al musical West Side Story. De repente alguien canta como las diosas María y de pronto hay un salto a la canción América, en donde se van uniendo uno por una a bailar. Cuando se termina este momento y cambian de foco y de escena, se ha creado un efecto, como cuando en las películas musicales, después de una canción bailada y cantada, una no sabe muy bien si la historia avanzó, o si fue solo una ensoñación, si el mundo entero se detuvo por un instante de comunidad y gloria. Traen al presente ficciones conocidas del teatro, de la danza, del cine, de los video clips. Me hacen pensar quién soy yo, sino una canción en inglés a grito herido a mis 14 años cuando la libertad era lo único que importaba conseguir, costara lo que costara. Cuando la medida de la identidad era una canción.
Revuelven la historia del arte escénico y del espectáculo. Son muchas capas de teatro y escenarios y presentes. Entre nuestros posibles yo, nuestros pasados yo, nuestros deseados yo. Como cuando nos metimos dentro del televisor o la pantalla de cine para ser atravesados. Nada tan espectacular en esta obra, “ladies and gentlemen”, como el Mambo # 5 bailado por nuestro diseñador sonoro: “A mí me metieron a bailar cuando era niño en una de las dos academias de baile de Manizales, para que aprendiera a ser un buen parejo. Porque si eres un buen parejo puedes sacar a bailar de primero en las fiestas. Y si puedes sacar a bailar de primero, puedes sacar a la más bonita de la fiesta”. Ese Mambo # 5 es, sin duda, “el momento más espectacular del espectáculo”, por el aliento y ligereza con que es bailado, con bote por el piso, con coqueteo al público mientras despliega secuencias complejas de brazos, con variaciones acrobáticas en las piernas, con una musicalidad cero esfuerzo, de esas en las que una se pregunta: ¿qué fue primero: la danza, o la música?
Hemos sido y seremos devenires. Dobles. Toda prenda tiene un revés. Otro lado. Otra manera de ser usada o combinada como esa camiseta de Madonna que da vueltas por ahí.
El diseñador de vestuario lleva al delirio sus diferentes facetas como artista plástico, performer, carpintero, fotógrafo, corredor, yogui. Escuchamos rasgos que parecen ciertos, pero poco a poco esa identidad se abre, se dobla y multiplica como un origami de deseos, hipérboles y absurdos. Se cambia de ropa una y otra vez, hasta travestirse y es otra vez artista, pero artista “transmedia y transdisciplinario, practicante de body mind centering, pilates, gyrotonics, vogue, acoroyoga y mindfulness”. Este artista no camina sino que corre con sus tenis de colores brillantes, mientras se declara “neocampesino”.
Hay momentos terrenales como cuando la abogada nos habla de cómo vivió el paro nacional del 2021, en torno “al sancocho de justicias”, al compartir alimentos y fuego alrededor de ollas comunitarias. Después nos cuenta de sus mil actividades como activista en género y sexualidad, promotora de los derechos humanos y de la justicia transicional para la paz.
Hay momentos de resistencia como cuando la artista invitada internacional, baila con su manta wayúu anaranjada, zapateando descalza y sacando polvo a punta de percusión. O cuando nos adentramos en las dimensiones de su casa construida por ella misma, basándose en el largo de su brazo, así que, con solo estirarlo un poco, logra traer algo de un espacio a otro.
Nuestrxs 6 protagonistas abren una discusión para intentar definir el tipo de espectáculo en el que nos encontramos. Se preguntan si es un musical, o un espectáculo de pequeño formato y discuten entre ellxs: “esto es un espectáculo de gran formato, no puede ser pequeño formato, porque los espectáculos de pequeño formato no tienen presupuesto, ni se presentan en un teatro como este, y si logran existir, es de milagro”. Participan una a uno, diciendo “somos una banda de reguetón bien cri cri criminal”, que no, responde otro, “que las bandas de reguetón no existen, que somos una banda de otra cosa, una banda de rock, una banda sonora, una banda de caminantes, una banda elástica, una banda de desorientados, una banda de estafadores profesionales”.
Una banda en todo caso, que trabajó en equipo, escuchándose, pasándose la palabra y las memorias, jugando, discutiendo, y halándose los pelos, imagino, hasta encontrar el ritmo, porque finalmente ese es el material, ese es el hilo conductor. Como dice la directora después de cambiarse 20 veces a la velocidad del sonido, poniéndose trenzas postizas, pollerines, mallas, enterizos, zapatillas de ballet, zapatos de jazz, vestidos, pelucas, sudaderas y tacones para hacer un fast foward de roles y trabajos que ha tenido como bailarina, directora, gestora y productora de la danza en la ciudad y sus alrededores, “la danza más que ser un arte del movimiento, es un arte del tiempo”.
Así está hecha esta obra, que avanza hacia adelante, pero en realidad va hacia diferentes tiempos y espacios, saltando entre universos afectivos y simbólicos de cada unx. Parecen la banda de superhéroes de DC, Las leyendas del mañana que viajan en el tiempo y en donde lxs protagonistas, a pesar de sus diferencias y poderes, logran compartir en un universo de ficciones. En Aura, nuestrxs protagonistas no tienen nave, su forma de viajar es caminando. Las caminatas son la constante, generan una sensación de flujo de fuerzas que atraviesan al espectador, que tejen a punta de caminatas. Estas caminatas crean velocidades, te pasan por el lado, por atrás, por el frente. La forma es dos infinitos cruzados. Ese caos no tiene tropiezos, están pautadas las maneras de encontrarse entre ellxs, devolverse o girar, hacer remolinos entre dos cuerpos, y siempre está presente esa frontera entre la espontaneidad y la pauta. Están atentxs, no saben a dónde van, pero saben cómo van, las direcciones cambian, pero hay un orden. Andan con vida, aunque a veces, o casi siempre, se pregunten: “¿Por qué estoy aquí?”.
No digo que en las obras de danza contemporánea siempre nos tengamos que divertir, no digo que no sea importante no entender, o aburrirse un poco, pero creo que por ahora la revolución puede ser que la obra se acabe y nadie quiera salir corriendo, que el público se quede porque quiere más, más de lo espectacular, más de las pequeñas sorpresas, más de lo que está encriptado, más de lo que es exigente, más secretos, religiones, inseguridades y revelaciones de cada intérprete, más detalles avergonzantes y absurdos. Más caos y más risa como cuando nos someten a distintos juegos matemáticos, para concluir que necesitamos al menos dos.
Administran la oscuridad, administran el silencio, administran el canto y la danza, los solos y los coros. Son una banda de calculadores, calculando lo incalculable, donde pasan cosas, se materializa lo etéreo y lo pesado, lo profundo y lo banal, se saben carne y nudo, se saben reloj de arena.
Fin.